Definición de normal: Dicho de una cosa (o persona) que, por su naturaleza, forma o magnitud, se ajusta a ciertas normas fijadas de antemano.
Conforme a la norma, a la regla, regular, promedio, ordinario.
Sinónimos: habitual, corriente, común, usual, frecuente, acostumbrado, lógico, natural, razonable.
Una vez más, quiero que tengas en cuenta que todo lo que escribo lo hago a través de mi larga experiencia como psicólogo en todo tipo de áreas.
Normalidad vs anormalidad
¿Pero normal, en relación a qué? Forzosamente respecto a la norma preexistente, y el primer esbozo de toda norma, no podía ser otro que la familia. Lo normal es lo reconocible, lo que se acepta en casa. Lo anormal es lo que surge inquietante en nosotros sobre el trasfondo de lo familiar, de lo aceptado y reconocible, lo familiar.
En su “alegato por una cierta normalidad”, Joyce McDougall afirma que el ansia de escapar de la conformidad es el deseo de transgredir las leyes familiares. En cambio, querer ser normal es, en primer lugar, un intento destinado a ganar el amor de los padres respetando sus reglas y aceptando sus ideales. Para todo niño la norma es la identificación de los deseos de sus padres. Esta norma familiar será pues “patógena” o “normativa” en función de su coincidencia o de su alejamiento de las normas de la sociedad a la que pertenece. Ahora bien, hay un montón de preguntas que surgen en este punto: ¿es sano no cuestionarse nada y estar siempre de acuerdo con las normas? ¿Realmente esa actitud conduce a la felicidad? ¿Se puede estar enfermo de normalidad? ¿Demasiado equilibrio es sano? ¿Es un modelo de salud mental estar demasiado bien adaptado a la vida? ¿La sociedad es normal, es sana? ¿Y qué pintamos los profesionales de la salud mental en todo esto? ¿Cuál es nuestro papel? ¿Debemos reconducir y meter en vereda y con calzador a los “anormales”, o tenemos que fomentar que las personas piensen por sí mismas esperando que cambien la sociedad? Yo abogo por lo segundo, evidentemente. Promuevo en mi terapia el que las personas piensen y decidan por sí mismas y se hagan adultas y responsables de todo su ser.
Psicología creativa, no normalizadora
¿Un psicólogo “normal” es lo que necesitan los pacientes, o alguien que comprenda su “anormalidad”? ¿Alguien que viene a terapia es alguien “anormal” y los que no vienen son normales? Mi respuesta es que no, en absoluto, aunque hay de todo, pero hacerse preguntas y tratar de encontrar la respuesta es sano mentalmente, y ser una persona que jamás se hace preguntas ni se cuestiona nada es un ser inmaduro. ¿Dónde estaría la sociedad si ningún individuo se hubiese hecho preguntas para las que hasta entonces no había respuesta? Sin sujetos anormalmente inconformistas estaríamos todavía en las cavernas.
Idealización como engaño
La normalidad erigida en ideal, es ciertamente un síntoma, pero ¿Cuál es el pronóstico, es curable? Las personas no nos dejamos “curar” tan fácilmente nuestros rasgos de carácter. Hay creencias a las cuales nos aferramos más que a nuestra propia vida. ¿Y si la normalidad fuera una quimera? Si la creencia de los otros en su normalidad es patológica, no nos da el derecho de querer abrirles los ojos a cualquier precio en cuanto a las máscaras y las mentiras del espíritu. ¿Es más feliz el que vive en la ignorancia, es más creativo? Evidentemente no, pero es respetable quien así lo piense.
Al construir su sólido muro de normalidad, la riqueza de la fantasía parece estar ausente. La realidad es que ese muro restrictivo mantiene al sujeto fuera de contacto consigo mismo y con la vida imaginativa.
Infancia cuestionadora
Los niños, que lo cuestionan todo, que imaginan lo inimaginable antes de ser “normalizados”, en contraste con la mayoría de los adultos, son sabios, auténticos creadores, y formulan preguntas creativas. ¿Por qué en la mayoría de nosotros, adultos, ese ojo infantil renuncia a su búsqueda apasionada?
Todos tenemos sectores cerrados donde la luz de la pregunta y de la duda no penetra, donde los vínculos de ideas y percepciones ya no se establecerán. ¿Quién en la edad adulta sigue siendo capaz de cuestionar lo evidente, de dibujar con la ingenuidad sofisticada de un niño, de ver en lo cotidiano lo fantástico que los otros ya no ven? Solo algunos artistas, músicos, escritores y científicos escapan a la ducha fría de la normalización que el mundo vierte sobre ellos.
Creatividad que transgrede la norma
Conservar la esperanza de cuestionarlo todo, de trastocarlo todo, de complicarlo todo, es un desafío a las leyes que regulan las relaciones humanas. Es aquí donde todo arte, todo pensamiento innovador, toda creación, constituyen una transgresión. De todos nosotros ¿Quién está siguiera a la altura de la creatividad de sus propios sueños? Algunos genios y algunos locos tal vez.
Es evidente que el niño, que aún no conoce las “normas” de la vida, si espera un día ocupar su sitio en la sociedad de adultos, deberá sufrir poco a poco el efecto normalizador del entorno, con sus ideales y sus interdicciones. Pero un dominio demasiado grande del yo social, híperrazonable y sobreadaptado, no es mucho más deseable que una predominancia de las fuerzas instintivas desencadenadas. Es difícil de precisar el punto en que la “norma” se convierte en argolla del espíritu y en el cementerio de la imaginación.