Basándome en mi amplia experiencia como psicólogo, me propongo establecer la diferencia entre la psicología seria, respetable y responsable, de la que no lo es, a la que denomino Psicología de bolsillo, y a la que considero superficial, frívola e incluso perjudicial.
Un primer indicio para detectar la diferencia entre ambas lo encontramos en los términos que utiliza la psicología, también llamada de todo a cien. Expresiones como toxicidad, empoderamiento, herramientas, mochilas, etc., ya nos advierten del carácter efectista pero efímero de sus pretensiones. Se trata de captar la atención con el eslogan fácil y llamativo, pero carente de profundidad y rigor.
Psicología responsable:
Una psicología responsable no utiliza dichos términos a la ligera. Sabe que la toxicidad, por ejemplo, está muy repartida, y qué tóxicos lo podemos ser todos en un momento dado, ya que todos sin excepción llevamos un ángel y un demonio dentro. El uso de este término es indiscriminado, incluso por personas inmaduras e irresponsables, que se siente reforzadas a la hora de echar las culpas a los demás, generalmente en conflictos y rupturas, en los que la prudencia aconsejaría determinar que ambos tienen el 50% de la responsabilidad en el fracaso. Reforzar dicha conducta sin llevar a cabo una elaboración y autocrítica, no es muy terapéutico que digamos, e incluso fomenta el mantenimiento de patologías por sobreprotección.
Es verdad que existen personas psicópatas y sádicas que disfrutan torturando a los demás, pero también es cierto que el que se deja es también responsable. Además, todos sabemos que muchas veces se tacha de tóxicas a personas normales, muy a la ligera, con el único fin evitar la asunción de responsabilidades y de la autocrítica necesaria que debería seguir a los fracasos, algo deseable, aunque no muy grato, si se quiere aprender y madurar.
Psicología de bolsillo
La psicología de bolsillo, la de los manuales de autoayuda, que solo lo son para el que los escribe y edita, no para el que los compra, pretende sustituir el vínculo terapéutico por una colección de frases, que van desde el tópico, pasando por alguna dosis de ingenio, hasta llegar a lo irrelevante e incluso naif. Sustituir dicho vínculo es absolutamente pretencioso e inviable, como bien saben ellos en al fondo, pero que callan por ambición. Los problemas psicológicos nacen en el vínculo con personas significativas, los cuidadores, padres generalmente, y sólo se reparan en otro vínculo con una persona significativa también, que suele ser el terapeuta si todo transcurre con normalidad. Pretender sustituir esa experiencia terapéutica con un libro es, además de ridículo, falso.
Esta psicología de usar y tirar, busca captar la atención con la frase efectista pero facilona y superficial, abusando del uso de expresiones como empoderamiento, asertividad, etc. Tienen la apariencia de palabras mágicas, como si tras su aplicación estuviese la solución inmediata de los problemas. Pero si nos ponemos mínimamente rigurosos y las analizamos, convendremos, por ejemplo, que el empoderamiento no es la purga de Benito, que sirve lo mismo para un roto que para un descosido, y que el mismo acaba donde empieza el de los demás, a no ser que pretendamos convertir a nuestros pacientes en unos narcisistas patológicos.
La modestia, la solidaridad, el altruismo y la humildad no son debilidades sino valores humanos eternos que nos convierten en seres responsables y solidarios. Prescindir de ellos es un error grave que fomenta el egocentrismo autoafirmativo y la soberbia adolescente, y no hace más que contribuir a la infantilización de nuestros pacientes y de la sociedad en general. Entre carecer de autoestima y estar encantado de haberse conocido hay un término medio muy interesante y sano. Es necesario un equilibrio entre nuestra tolerancia y comprensión por un lado, y el poner límites y hacerlos respetar por el otro, pero esto va en las dos direcciones, ya que nadie tiene el monopolio de la razón.
Otra expresión de la que se abusa frecuentemente es la palabra “herramienta”. Las herramientas son artilugios materiales o figurados fabricados o elaborados por unas personas que se las dan o venden a otras para resolver problemas o molestias tras ser usadas. Pues bien, en psicología las herramientas o se las fabrica uno mismo o no valen para nada. Es más, sería más exacto llamarlas recursos y aclarar que los mismos los tenemos todos, pero que no los usamos, o los usamos poco. Y son los de siempre: la responsabilidad, el esfuerzo, la disciplina, la tolerancia a la frustración, la tenacidad, el perdón y la resiliencia, son valores y recursos que todos tenemos y que hay que poner en funcionamiento con ayuda terapéutica. Y hasta que esto no se interiorice y se ponga en marcha, saliendo de la zona de confort, no hay nada que hacer.
El paciente tiene todo lo necesario para autocurarse pero, o bien no lo sabe, o bien pretende ignorarlo siendo inconsciente de ello. Nuestra labor es ayudarle a tomar conciencia y a que asuma la responsabilidad sobre sí mismo y decida, en lugar de preguntarse qué es lo que podemos hacer los demás por él, ponerse a hacerlo él por sí mismo autogestionándose. Cuando esto ocurre, el proceso terapéutico está llegando a su fin.
Otro tópico que se usa son las llamadas “mochilas del pasado”, más bien estar libre de ellas. Todos tenemos heridas, cicatrizadas algunas, otras en proceso de curación y otras abiertas todavía. Es ley de vida, crecemos a base de frustración y traumas, y eso nos hace más fuertes si los elaboramos adecuadamente y con el tiempo suficiente. Y pretender que alguien esté libre de polvo y paja es de una ingenuidad conmovedora. Es lo mismo que pretender que las personas seamos invulnerables y no tengamos necesidad de establecer vínculos de apego con otras personas que nos compensen nuestras carencias. Es vivir en la irrealidad. Las personas necesitamos relacionarnos con otras para equilibrarnos.
La vida es un proceso continuo de pérdidas y ganancias, de alegrías y tristezas, y pretender lograr la felicidad a tiempo completo es una gran estupidez. Hay éxitos, enamoramientos correspondidos, logros, momentos de felicidad, pero también rupturas, fracasos, enfermedades y muertes de seres queridos. Y pretender que todos estos sinsabores no nos afecten y que se superen al instante y con sólo desearlo es de insensatos. Los supuestos profesionales que pretendan hacerlo creer, o bien son unos irresponsables peligrosos o unos inmorales vende humos.
El uso de extensivo de esta jerga pseudopsicológica está haciendo mucho daño al prestigio de nuestra disciplina. Cualquier coach o persona con algún cursillo de chichinabo, usando expresiones como las anteriores y otras semejantes, ya se siente empoderada para ejercer de gurú y profetizar sobre la salud mental. Se está sustituyendo el rigor por la expresión llamativa e ingeniosa pero hueca, por la palabra mágica, olvidándose de profundizar, del compromiso con el paciente, que se pretende sustituir por herramientas que lo solucionan todo, sin implicación personal, de manera fácil, sin disciplina, sin esfuerzo, sin tolerancia a la frustración y sin resiliencia. Pero siento decir que así no funciona. Sin introspección, empatía, sin esfuerzo, constancia e interiorización, no hay más que sugestión efímera, pan para hoy y hambre para mañana.
Conclusión
La psicología profesional y seria de verdad no pretende hacer magia ni ser efectista diciendo a los pacientes lo que quieren oír, sobreprotegiéndoles, sino que intenta hacerles entender que si no hay esfuerzo, molestia e incluso malestar en el proceso terapéutico es que no se está haciendo bien el trabajo. Sería tanto como ir al dentista a pasar un buen rato.
Podría seguir denunciando y señalando más formas y expresiones de este tipo de prácticas supuestamente psicológicas, pero creo que ha quedado claro a qué me refiero. Espero haberme explicado y establecido la diferencia entre una psicología seria y responsable y esa otra cosa que nos invade y desprestigia a los profesionales de verdad, y sobre la que quiero poner sobre aviso a los potenciales pacientes o clientes y avisarles para que no se dejen embaucar.